La astenia primaveral es un problema común en algunos niños, pero existen formas de prevenirla y tratarla. Para empezar, es importante que los niños tengan un estilo de vida saludable y una rutina establecida para un adecuado desarrollo físico y psicológico. El ejercicio físico es una excelente forma de estimular la liberación de dopamina y endorfinas, que levantan el ánimo de los niños. Además, una alimentación saludable y equilibrada es clave para prevenir la astenia primaveral. Proporcionar al niño los nutrientes y vitaminas necesarios es indispensable para mantener una buena salud física y mental, junto con una adecuada hidratación.
Otro factor importante es asegurarse de que el niño tenga un descanso adecuado. Las horas de sueño dependerán de la edad del niño, pero por ejemplo, en bebés de un año deben estar entre las 12 y 14 horas, mientras que en niños más mayores deben ser al menos entre 9 y 11 horas. Además de la cantidad, es importante la calidad del sueño. Un buen descanso reduce los niveles de cortisol, que es la hormona del estrés, mientras que la falta de sueño aumenta los niveles de cortisol y el apetito, lo que puede contribuir al sobrepeso. Por lo tanto, dormir lo suficiente es fundamental para mantener una buena salud y prevenir la astenia primaveral.
¿Afectan también el cambio de estación y de hora a los niños?
Además de la astenia, esta época del año también lleva aparejados otros cambios que pueden afectar a los más pequeños. Los cambios en la hora y la estación pueden llegar a afectar la salud de bebés y niños. Estos cambios pueden provocar alteraciones en los ritmos circadianos del organismo, lo que puede afectar el sueño y la alimentación de los más pequeños.
El cambio de hora en primavera puede ser especialmente difícil para los niños, ya que se adelanta el reloj y se pierde una hora de sueño. Esto puede provocar que los niños estén más cansados durante el día, tengan dificultades para conciliar el sueño por la noche y, en algunos casos, pueden manifestar cambios de humor o irritabilidad.
Por otro lado, el cambio de estación también puede tener un impacto en la salud de los niños. En invierno, el frío y la humedad pueden aumentar el riesgo de enfermedades respiratorias como la bronquiolitis o la neumonía. En primavera y verano, el aumento de la temperatura y la exposición al sol pueden aumentar el riesgo de quemaduras solares y golpes de calor, entre otros. La transición entre estaciones es un momento complejo, tanto por las adaptaciones que va realizando nuestro organismo, como por la variedad climatológica a la que nos enfrentamos dentro de una misma semana o incluso dentro del mismo día (frío por la mañana, calor en las horas centrales, etc.).
Para minimizar el impacto de estos cambios en la salud de los niños, se recomienda establecer una rutina de sueño adecuada y adaptada a la nueva realidad, asegurarse de que los niños se alimenten correctamente y evitar la exposición a cambios bruscos de temperatura. Además, es importante estar atentos a cualquier síntoma de enfermedad y acudir al pediatra si es necesario.